Gonzalo, el vulgar

“Anonadado y estupefacto” me quedo cuando algunos me consideran un genio. Pero vamos a ver, ¡ si soy el más vulgar de este mundo!. Dejemos la nube y pisemos el suelo.

Soy un tipo que me relaciono con cualquiera, hablo y escucho a todo el mundo, pero hay algo que siempre me ha dejado perplejo, que el vulgar soy yo y los genios todos los demás. Es decir, que yo, una persona hasta a la que han encerrado en la cárcel, perseguido,… no por delinquir, sino por pensar diferente, después de todo resulta que soy el menos especial que haya parido madre, y es que al final nada de eso tiene importancia y nada tiene que ver con marcar diferencias. En definitiva, según la mayoría, la genialidad parte desde los grupos bien adiestrados y bien parecidos, lo de “parecidos” no lo digo por el aspecto físico.

No importa con quien hables, si lo haces con un camarero, resulta que no solo es el chef número uno de la historia de la humanidad, puede darte clases de fontanería, mecánica, arquitectura y hasta de arte, es poeta, filósofo, y, claro, yo a tanta genialidad reconozco que no llego; si se jode un grifo en mi casa llamo a un fontanero porque si me encargo yo posiblemente se inunden las viviendas de mis vecinos, si mi coche no arranca, llamo a la grúa y que lo lleven a un taller para que un mecánico se ocupe de él, si proyecto una casa seguro que se cae. Pero al parecer, para los demás eso no es ningún problema, ellos todo lo saben y yo soy un auténtico gilipollas, una persona vulgar que no me entero de nada, ni de que eso de demostrar las cosas no tiene ni la más mínima importancia. Y no es que menosprecie a mis amigos los camareros, es que fue el gremio que primero se me ocurrió, porque aquí no se salva nadie, el dentista al que vas a que te joda la dentadura resulta que sabe más de albañilería que el tío Paco que lleva treinta años en el oficio, el barbero canta mejor que Pavarotti, el ingeniero de minas es crítico de arte, el de la tienda de ultramarinos tiene unos pensamientos tan profundos, que ahora incluye en su currículo que es filósofo,…

Fíjate si seré vulgar que cuando pinto mis cuadros, ni me entero de lo que hago, el “intelectual” de turno siempre sabe su significado mejor que yo,, ¡oyee!, si le llevo la contraria hasta soy un inculto, así que calladito es como mejor estoy. Si un amigo me traiciona, pues calladito también, ya que soy tan vulgar que no entiendo que él en realidad lo ha hecho por mi bien.

Pero no importa, eso de ser vulgar también tiene sus compensaciones. Mientras esos genios que me rodean no pueden conciliar el sueño por sentirse incomprendidos, yo, aprovechando mi vulgaridad o el rioja, duermo a pierna suelta, mientras ellos ahorran para comprarse un peluquín, yo me compro una maquinilla de afeitar, mientras los genios van al gimnasio para mejorar esa fisonomía suya que tanto les atormenta, yo me salgo a tomar unos vinos para reírme un poco con el primero que me encuentre y fomentar mi vulgar tripita cervecera. Cuando alguno me dice que beber es malo, como soy tan vulgar, les digo que ya lo sé, que no tengo sangre, sino vino en mis venas y que seguro que me muero por una puta cirrosis, ¿si me dicen que es malo fumar?, pues cambio mi muerte por un cáncer de pulmón. Por favor, si tengo un accidente, no busquen mi grupo sanguíneo, mejor hagan una trasfusión con un buen tinto de la Ribera del Duero, seguro que al día siguiente estaré fuera del hospital fumándome un purito, con el culo al aire y con las uñas de los pies pintadas de rosa porque mi parienta es muy graciosa la muy jodida.

A este paso vamos a tener que poner los currículos en las lápidas, y, claro, eso son tradiciones de tanta genialidad que me rodea y a la que no termino de cogerle el punto, a mí, como soy tan vulgar, me gustaría que en mi lápida dijese, “desde aquí te veo las bragas”, claro, eso es cuestión de la altura, porque si es en un nicho tendría que poner “desde aquí te veo las tetas”. En serio, a una persona tan vulgar como yo no hay que enterrarla, ni ponerla en una tumba, ni en un nicho y mucho menos escribir ningún epitafio, porqué ¿a quién coño le importa?, sencillamente que tiren mi cuerpo a un contenedor y que ese servicio de recogida de basuras se ocupe del asunto porque para eso lo pagamos los vulgares y los genios.

En fin, que si usted es genial como la mayoría y pretende pegarse un tiro esta noche, olvídese de personas tan vulgares como yo, sencillamente piense que el motivo principal por el que se va a volar los sesos es porque la actual alineación de galaxias en el universo no llega a la altura de entender su propia genialidad. Yo, en honor a su memoria, me tomaré un vino a su salud y diré eso de “qué bueno era”, y es que no soy un universo, ni una galaxia, ni un genio, solo una persona vulgar.

Al final, con la poca sabiduría de un vulgar gilipollas, lo que realmente me motiva es la preferencia de pertenecer al pequeño grupo de vulgares y dejar que todos los genios de este mundo, el 99.9999 %, tengáis cuidado con la dirección de las salpicaduras de sangre al pegaros el tiro, porque no soy Drácula.

Gonzalo Obes