Historia de una portada
Antes yo tenía otro catálogo de forma cuadrada, negro, elegante y dentro, el que era mi representante, no decía más que tonterías llenas de citas y citas, un galimatías solo apto para intelectuales, es decir, para esos que van por la vida creyéndose superiores a todos, con mentes tan transcendentales como la del Dalai Lama, filósofos solo copiando a filósofos, poetas solo copiando a poetas, y citas y más citas, sin un solo pensamiento transcendental que fuese suyo, sin un solo sentimiento propio, sin una sola idea propia, pero, eso sí, mirando por encima del hombro a todos los humanos que caminamos por este mundo y que al parecer somos tontos del culo ante tanta “originalidad”. ¿Y un pintor de estos?, eso ya es inaguantable, para él es más importante pintar con la lengua que con un pincel; como si a alguien le importase si Velázquez era republicano o monárquico.